“No temer nada”. “Yo estaré con vosotros”
Confusión, persecuciones, ruptura con los valores que nos hicieron crecer, no se puede vivir así. Este lenguaje y otros, reflejan una sociedad fragmentada, dividida o "estropeada". Los cristianos, deberíamos hacer un buen examen interior para no confundirnos ante los avatares de esta sociedad, para no caer en las ideologías o radicalizaciones que es una fácil receta en nuestro tiempo dentro de la Iglesia y fuera de ella.
Esa pregunta que es sencilla y la hemos hecho tantas veces, preguntándonos quienes somos... cobra hoy actualidad que es lo mismo que profundizar sobre nuestra identidad humana y espiritual, para que podamos descubrir el sentido de nuestra vida y no ser engullidos, quemados y reducidos a cenizas o a vivir una vida sin sentido, llena de miedos, de decepciones, y desorientados en una sociedad tan compleja como la nuestra, donde las mayorías deciden todo.
Se impone la búsqueda de un camino interior que nos ayude a tomar distancia de nosotros mismos, para encontrarnos a nosotros mismos. Exactamente como lo han hecho los santos y hombre buenos de la historia.
La reflexión cristiana sobre nuestra identidad, ni mucho menos tiene que excluir la filosofía antigua ni la moderna ni los avances de las ciencias.
El cristiano sabe que su deseo y el esfuerzo por conocerse, es precedido de una certeza que ante todo Dios da a conocer al hombre, el deseo infinito del corazón humano de conocer la última palabra del misterio de la vida.
Es Dios quien regala al hombre la posibilidad de que se conozca a sí mismo y por lo tanto aunque sea "fatigoso el camino", el hombre debe de hacerlo, es un duro trabajo interior donde, como nos han dicho los santos, conocer a Dios es conocernos a nosotros.
Algunos, parece que conocen a Dios y presumen de ello pero son idólatras de sus seguridades y de ellos mismos.
También conocernos, prescindiendo de antemano de la hipótesis de Dios, puede conducir a la desesperación o a la angustia.
Debemos animarnos unos a otros en la comunidad cristiana para ir descubriendo la riqueza inmensa de nuestra fe y de la fuerza actuante y testimonial que debemos ofrecer a esta sociedad herida y maltrecha pero llena de personas con ansia de comunicación, de ser amadas y reconocidas. La violencia que se manifiesta hoy en el mundo es un camino no querido por Dios. Solamente, como dice Papa Francisco, el camino dulce y sincero de cada cristiano y hombre de buena voluntad, puede cambiar el mundo.
Esa pregunta que es sencilla y la hemos hecho tantas veces, preguntándonos quienes somos... cobra hoy actualidad que es lo mismo que profundizar sobre nuestra identidad humana y espiritual, para que podamos descubrir el sentido de nuestra vida y no ser engullidos, quemados y reducidos a cenizas o a vivir una vida sin sentido, llena de miedos, de decepciones, y desorientados en una sociedad tan compleja como la nuestra, donde las mayorías deciden todo.
Se impone la búsqueda de un camino interior que nos ayude a tomar distancia de nosotros mismos, para encontrarnos a nosotros mismos. Exactamente como lo han hecho los santos y hombre buenos de la historia.
La reflexión cristiana sobre nuestra identidad, ni mucho menos tiene que excluir la filosofía antigua ni la moderna ni los avances de las ciencias.
El cristiano sabe que su deseo y el esfuerzo por conocerse, es precedido de una certeza que ante todo Dios da a conocer al hombre, el deseo infinito del corazón humano de conocer la última palabra del misterio de la vida.
Es Dios quien regala al hombre la posibilidad de que se conozca a sí mismo y por lo tanto aunque sea "fatigoso el camino", el hombre debe de hacerlo, es un duro trabajo interior donde, como nos han dicho los santos, conocer a Dios es conocernos a nosotros.
Algunos, parece que conocen a Dios y presumen de ello pero son idólatras de sus seguridades y de ellos mismos.
También conocernos, prescindiendo de antemano de la hipótesis de Dios, puede conducir a la desesperación o a la angustia.
Debemos animarnos unos a otros en la comunidad cristiana para ir descubriendo la riqueza inmensa de nuestra fe y de la fuerza actuante y testimonial que debemos ofrecer a esta sociedad herida y maltrecha pero llena de personas con ansia de comunicación, de ser amadas y reconocidas. La violencia que se manifiesta hoy en el mundo es un camino no querido por Dios. Solamente, como dice Papa Francisco, el camino dulce y sincero de cada cristiano y hombre de buena voluntad, puede cambiar el mundo.
Vuestro párroco